miércoles, 9 de mayo de 2012

HOMBRE DE BUENAS COSTUMBRES
Mi primer regalo masónico lo recibí de mi V:.M:. el día de mi iniciación, es una réplica del ara del templo. Lo tengo en un sitio especial en mi despacho de médico. Hace unos días acudió un paciente a la consulta y se percato de aquel curioso adorno, me miro a los ojos y me dijo que el era un hombre libre y de buenas costumbres, una gran sonrisa vino a mi rostro me puse de pie y nos saludamos como hermanos masones que somos.
Luego de este acontecimiento, me quede pensando en aquello de “hombre de buenas costumbres”. Según Lavagnini, dicha condición preliminar se pide al profano para ser admitido como masón, es necesaria para su progreso moral y espiritual, para todo adelanto en el sendero de la verdadera luz, vale decir, de la verdad y de la virtud.
De buenas costumbres, implica ser portador de una reputación intachable, como padre, hijo, hermano, marido, amigo, trabajador y ciudadano, además por haber orientado su vida hacia lo más justo y ético, hacia lo más elevado del espíritu. Es por ello que hay que tener en cuenta que uno no tiene buenas costumbres por ser masón, sino una persona es masón porque se acerca a la verdad y la virtud con las buenas costumbres inherentes en su persona.
Para ser hombre de buenas costumbres deberá obedecer las leyes del país en que reside, venerar a su patria, y honrar a su familia; ser tolerante y respetuoso con las ideas políticas y religiosas de sus semejantes. Imponerse la seriedad de los conceptos, el decoro de las formas y observar una conducta moral y la ética en su vida privada y pública.
Una historia vino a mi mente muy ilustrativa que quiero compartir con vosotros QQ:.HH:.
Se cuenta la historia de un hombre que tenía gravísimos problemas con su mujer, la relación entre ellos era tan mal, que solo faltaba que llegaran a los golpes. Este hombre estaba convencido que lo mejor era divorciarse, pero no estaba dispuesto a ceder en lo que se supone eran las pretensiones de su mujer.
Fue a ver a un abogado amigo, para que lo asesorara acerca de la mejor manera de divorciarse, sacando el mayor provecho posible.
Su amigo muy astuto le dijo:
“No vale la pena que te divorcies así nomás, ya que seria demasiado fácil; lo que te aconsejo es que cambies tu actitud hacia tu mujer, se amable y paciente con ella, comienza a tener detalles cariñosos hasta que ella se vuelva a enamorar de ti, y cuando la tengas rendida de amor, entonces abandónala y divórciate de ella; eso le dolerá más”.
Al hombre la historia le pareció una excelente idea e inmediatamente puso manos a la obra. Por supuesto la esposa no daba crédito a lo que estaba pasando.
Mucho tiempo después los amigos se encontraron casualmente y el abogado le pregunto:
- ¿Qué paso? ¿Se volvió a enamorar de ti?
El amigo le contesto que prácticamente estaba rendida a sus pies, por lo que el hombre de leyes dijo:
- ¿estas listo para dejarla y divorciarte? A lo que el amigo le contesto:
- ¿estas loco? No tienes idea de cuanto ha cambiado mi mujer desde que empecé a ser diferente con ella; ahora ella me respeta y me atiende, es cariñosa y amable. ¡Hasta estamos pensando hacer otro viaje de luna de miel!
El secreto de este hombre fue que descubrió que en todo matrimonio siempre hay una persona a la que podemos cambiar:
¡A nosotros mismos!
Y hay una persona a la que nunca podemos cambiar:
Nuestra pareja.
Ser un hombre de buenas costumbres es eso, mejorar nosotros mismos, trabajar esa piedra tosca hasta volverla cúbica, porque solo transformando nosotros mismos nuestras imperfecciones y siendo amables, respetuosos, cariñosos e íntegros lograremos que quienes nos rodean sean también mejores y podamos encontrar el real camino a la verdad y la virtud.

R:.L:.S:. INTEGRACION No 149
Q:.H:. GERARDO BOURONCLE MC EVOY
Vall:. De lima, 18 de abril de 2008

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