viernes, 17 de agosto de 2012

Cuento: Las curiosas Hormigas

LAS CURIOSAS HORMIGAS
M:.M:. Gerardo Bouroncle Mc Evoy
El primer libro que mi papá me regalo fue “El principito”, tenía ocho años y para ser honesto no me pareció muy entretenido. Sin embargo, luego de unos meses se presentó una obra de teatro en la que actuaba mi tío Alfredo que era el hermano menor de papá; era un gran actor que hacía suspirar a mi maestra de escuela y siempre me mandaba saludos para él. La fama a esa edad es poco entendible para un niño, simplemente era mi tío y salía en la televisión y era divertido verlo. Pues bien, la obra de teatro precisamente era “El Principito” de Antoine Saint-Exupery. Luego de aquella noche de teatro quede maravillado de lo que vi, mi tío era no solo un actor genial sino que ese papel lo hizo estupendamente bien, tan bien que despertó en mí la curiosidad por la historia de ese pequeño personaje. Al día siguiente me dispuse rápidamente a darle una nueva mirada a aquel libro y esta vez no Salí de mi asombro al experimentar algo fascinante y era que lo que podía leer también lo podía imaginar en mi mente; la magia de la lectura se apoderó de mi desde ese instante hasta el día de hoy.
Durante mis incursiones en el jardín de la casa siempre hubo algo que me llamó la atención y eran las curiosas hormigas, siempre en fila y siempre en una dirección, respetando su lugar; Mi padre muy acucioso me obsequió el segundo gran libro de mi vida y era una pequeña enciclopedia de 20 páginas sobre el mundo de las hormigas. Fue muy divertido empezar a leer aquel para mi cuento y no enciclopedia que en lenguaje claro describía la vida de estos pequeños amigos a los que muy curiosamente seguía y escarbaba en sus huecos para saber que hacían allí dentro.
Día tras día se convirtieron para mí en un material insólito de experimentación, les echaba agua a los huecos, les ponía azúcar, les tapaba los huecos, en fin hacía todo lo que un niño de esa edad con ganas de conocer las cosas hace. Finalmente y sin querer me volví amigo de ellas ya que en ciertas épocas del año se metían a la casa en busca de comida y luego cambiaban de lugar, se mudaban cada cierto tiempo. En mi libro leí todo el ciclo que ellas experimentan con los cambios estacionales y el porqué les escasea el alimento para la reina y deben ir en busca de él. Pues a manera de plaga todo el mundo se quejaba de ellas por casa ya que había muchos parques y jardines en aquella época; desde insecticidas, pesticidas y hasta polvos chinos se usaban para desaparecerlas; sin embargo mi papa notó algo y era que a mi casa ya no entraban a buscar comida.
Un día me pregunto si las había exterminado yo solo. Mi respuesta fue muy simple: Mira papa leí que si lo que buscan en comida, pues imagínate si se las doy yo, ya no tienen motivo de entrar a casa y eso hice.
Ponía montículos de azúcar alrededor de casa ellas venían y se llevaban lo necesario, nunca más volvieron a entrar a casa y se quedaron muy tranquilas en mi jardín.
Cierto día llego mi tío Alfredo a casa con la Abuela y como de costumbre me encontró en el Jardín. ¿Que haces con tus hormigas ahora? me pregunto.
- Miro como se están comiendo otro insecto!. Después de una carcajada mi tío me miró y me dijo: ¿y eso te parece divertido?
Bueno sé que no es muy gracioso pero en el mundo de los animales e insectos esto ocurre, leí que se llama la cadena alimenticia. Nosotros por suerte no entramos en ella o al menos en el de las hormigas – Mi tío Alfredo me dijo: ¿y se puede saber de dónde sacaste tanta sabiduría?
Es simple deducción y un poco de información; es como cuando leí el Principito le dije. – Muy intrigado me miró y con una expresión de incertidumbre me respondió: ¿y que tienen que ver tus hormigas con el Principito?
Me senté en las gradas que daban al jardín y empecé mi discernimiento (recuerden que solo tenía ocho años):
“Bueno, te diré tío que el otro día que te vi en la Obra de arte pensé que iba a pasar un rato no muy agradable, ya que cuando leí el libro pues me pareció un poco aburrido; sin embargo cuando vi en escena lo que ya había leído empecé a comprender muchas cosas y sobre todo el porqué el principito estaba en búsqueda constante de cosas nuevas y aprender. Yo he aprendido mucho observando a las hormigas, pero pensé que lo sabía todo hasta que mi papa me regalo el libro del mundo de las hormigas, fue entonces que empecé verdaderamente a entenderlas, saber por qué hacen ciertas cosas y su comportamiento. Ahora soy un experto en Hormigas y en el Principito.
Hoy que recuerdo aquella escena tan particular de mi vida no dejo de asombrarme cómo es que llegamos poco a poco a aprender primero y luego a comprender las cosas en el mundo. Nacemos con un don divino que es el habla y el pensamiento; sin embargo, pocas veces podemos utilizarlas como una herramienta para el verdadero conocimiento. Ver, observar, experimentar y finalmente aprender; se me hizo muy fácil porque a esa edad lo hacía todo jugando y lleno de interes por saber cada día mas; así me di cuenta que es más fácil las cosas. El aprendizaje verdadero es hacer las cosas que nos gustan con la libertad del pensamiento; los libros son una guía muy útil, pero al final son solo palabras, el verdadero sentido se lo damos nosotros con esa incansable búsqueda de la verdad y con ese conocimiento interno que solo necesita salir espontáneamente o como decimos algunos buscarlo en nuestro interior conociéndonos a nosotros mismos.
Recuerdo que esa tarde y sin salir del asombro de la sabiduría tan inocente de ese chico de ocho años, mi tío entro a la casa se sentó en la mesa prendió su pipa y le dijo a mi abuela: ¿Sabías que a las hormigas les gusta el azúcar de tu azucarero mamá?
“En Memoria de Alfredo Bouroncle; Un Gran Actor que hoy mora en el Oriente Eterno”.

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